Si eres profano, es posible que su complicado nombre no te suene de nada pero OCS coparon a finales de los 90 los puestos más altos de las listas británicas con su segundo y tercer trabajo, «Moseley Shoals» y «Marchin´ Already», un compendio de soul, rock pantanoso, armonías made in Beatles y fuerza y riffs de Rollings. Fueron la cara B del brit pop, a la estela de Oasis y Blur, pero dejaron momentos inolvidables en la efervescente escena independiente británica de los 90.

Ha pasado ya un cuarto de siglo desde que el cuarteto de Birmingham, formado a partir de retales de otras dos bandas, The Boys y Fanatics, lanzaran «Moseley Shoals», un compendio de música negra, rock de pantano, psicodelia y pop tradicional que les aupó hasta lo mas alto de las listas británicas mientras Oasis y Blur trascendían mucho más que nuestros cuatro protagonistas de hoy.

Después de tiras y aflojas legales con la discográfica, que pretendía alterar el sonido OCS para que fuera más vendible, el apoyo de la familia de los músicos, que llegó a arriesgar su dinero para que el proyecto cuajara y el no menos valioso respaldo de figuras como Noel Gallagher o el modfather Paul Weller, llevaron al olimpo a los de Birmingham. De hecho, las colaboraciones entre OCS y Weller estuvieron a la orden del día durante años.

Moseley Shoals, el maravilloso anacronismo

Su segunda larga duración, lanzado en 1996, se sumó al rebufo de bandas de sonido revival, aquel que rescató el movimiento mod de los años 60 y 70 y oscilando con maestría entre el motown, la psicodelia, los sucios riffs de los Rolling Stones y las melodías de los Beatles.

El disco te coge de las solapas desde el primer corte, The Riverboat Song, un potente chute de rock con el que no se puede empezar mejor un LP. Avanzamos pero el álbum nunca decae. Comenzando con un segundo tema con un comienzo a lo Simon & Garfunkel, una transición psicodélica y una evolución similar a I am The Walrus de los «fab four» de Liverpool. La canción lanza sus estertores con la voz de Damon Fowler al máximo y guitarras y batería desatadas. Le sigue The Circle, con Paul Weller a la guitarra y un sonido que emula a los Stones más tranquilos.

Lining Your Pockets nos da un respiro, se trata de una balada con un notable crescendo que en ningún momento baja el nivel del disco. Fleeting Mind, quizás el tema más destacado del disco, es un vaporoso y ensoñador tiempo medio en el que el grupo hace gala de una polivalencia destacable. En él, el sonido te acaricia y te araña en distintos pasajes del tema. Con una estructura barroca, la voz de Fowler, es la ola sobre la que se surcan los cinco minutos de esta pieza delicada, la composición más compleja y adulta del álbum.

La segunda mitad del disco se torna de ébano y de Rolling Stone. El sonido blues y el rock sucio y pantanoso toman los últimos temas de Moseley Shoals. 40 Past Midnight suena a Nueva Orleans, al Mick Jagger más canalla pero también tiene guiños al Reggae y al Funky. La más bailable de todas, sin duda.

También hay concesiones al rock duro como en Policeman & Pirates, cimentada sobre un riff de guitarra contundente y obstinado y apoyado en una batería y piano que se contagian de esa tozudez. Y todo acompañado por un estribillo que cierra una canción redonda.

La gran balada del disco llega en la recta final. The Downstream es un lamento de pop clásico en la que la voz de Fowler acaricia y se descompone para elevarse y rasgarse en el estribillo.

Ocean Colour Scene: En la cresta de la ola sin ser primeros espadas.

Tanto si te gusta el britpop como el rock de los años 60 y 70, debes escuchar este disco y también el que le sigue, Marchin´ Already, mucho más reposado, más desposeído de la testosterona de su antecesor y quizás más sútil y sofisticado. En él no se reinventan, simplemente bajan de revoluciones para, sin perder su sonido ni su clasicismo, discurrir hacia aguas más tranquilas, incluido el reggae de Half A Dream Away. Igualmente imprescindible.