Documentarse sobre este cantautor australiano relaja. Porque en su forma de entender la música no existe la premura ni los plazos. No sé qué pensará su discográfica sobre esta forma de trabajar tan relajada pero de cara a la ejecución musical la jugada le ha salido redonda.

Tanto en sus comienzos con el grupo The Go-Betweens como en su carrera en solitario, Forster se ha granjeado un buen nombre en la escena musical.
Prolífico sería el antónimo perfecto para este músico de las Antípodas. Nacido en Brisbane (Australia) en 1957, Forster entiende la música como un arte de la vieja escuela: compone con su guitarra acústica, no con ordenadores en un estudio casero como suele ser habitual en estos días, y de su cabeza salen entre una y tres canciones en un año. Cuando suma 9 o 10 se plantea lanzar el disco.
Además combina la escritura de libros con la crítica musical y aunque su Australia natal centra la temática de sus letras, necesita estar fuera de ella para observarla con objetividad y encontrar la inspiración. Sus canciones versan sobre cosas sencillas, que le ocurren a él mismo, en ningún momento aspiran a sentar cátedra o la universalidad. En este sentido podemos decir que es notario de sí mismo.
Esa sencillez “old school” también se extiende a la promoción de sus discos y al contacto con el público. Forster no rehúye de las redes sociales pero prefiere el cara a cara en forma de conciertos y entrevistas.
Forster comenzó en esto de la música en 1977 junto a su amigo Grant Mc Leenan. Juntos formaron The Go-Betweens, un grupo más amado por la crítica que por el público pero que obtuvo reconocimiento y culto sobre todo en el Reino Unido. La aventura duró hasta 1989, momento en el que el grupo se disolvió y ahí arrancó su carrera en solitario.


Pop atemporal


Las canciones de Forster sonarán igual de bien (o de mal) dentro de mil años porque están impregnadas de esa atemporalidad y clasicismo que tienen las buenas canciones. No le hace falta subirse a la última ola ni sonar añejo. De nuevo, la sencillez compositiva trufa la música del australiano, cuyo único objetivo es tener una historia cotidiana que contar a través de una sencilla y genial canción.
Aunque algunos le cuelgan la etiqueta de indie, el mismo Forster se encarga de desprenderse de ella, puesto que él mismo se desvincula del pop conteporáneo. Si fuera un color, sería el negro, ya que siempre sienta bien, independientemente de la situación y del tiempo.
Sus tres últimos discos, Songs To Play, Inferno y The Evangelist suenan optimistas y reconfortantes, con poco más que guitarra, bajo, batería y ocasionalmente violín. Según el propio músico, son la cima de su creación. Estamos de acuerdo.


«Songs To Play«. EL Mejor Disco de Robert Forster


Mención especial haremos a este álbum, a nuestro juicio, lo mejor que ha escrito Forster. Con continuos guiños a Lou Reed y al rock de raíz country, se trata de un larga duración disfrutable de comienzo a fin que suena canalla, optimista y divertido. Solo hay concesiones a la introspección al final del disco, con Turn On The Rain.

Es imposible no bailar o tapear el suelo con el pie con este jovial disco como ocurre con el segundo corte, Let Me Imagine You. El narcisismo y el humor llega con I Love Myself, una jocosa declaración de amor a uno mismo.


Forster. Un músico autentico


Forster es todo lo contrario a una diva. Va a grabar en metro y en alguna ocasión ha reconocido que hubo de volverse a casa al quedarse sin dinero en alguna de sus aventuras europeas. De hecho, el segundo tema de su disco Inferno, No Fame, proclama que no necesita fama ni reconocimiento. Tampoco peca de falsa modestia ni se jacta de su humildad. Forster es un funcionario de la buena canción, de la música de la vieja escuela, está al servicio de la música y de la sencillez. Por todo ello, aunque no esté en boca del mainstream, tendrá su lugar en la mente de los melómanos.